Necesitamos un Plan Reconstrucción para re-activar al sector de indumentaria argentino

 La pandemia del COVID-19 desató una durísima crisis económica en la industria de la moda, que ya venía golpeada por cuatro años consecutivos de contracción. La incertidumbre asociada a la situación sanitaria sólo puede ser disipada por un audaz programa de recuperación económica, con consenso de empresarios, trabajadores, sindicalistas y funcionarios del sector público.

Aclaración al lector: el Semáforo de la Indumentaria presenta indicadores económicos de fuentes de información públicas y privadas que tienen entre uno y dos meses de rezago temporal. Las estadísticas presentes en esta edición del Semáforo no refleja con actualidad la grave crisis económica que atraviesa el sector. Sin embargo, desde la CIAI decidimos continuar su publicación para no discontinuar esta fuente de información utilizada por actores de nuestra cadena de valor, funcionarios y periodistas.

La mayoría de los indicadores del presente Semáforo de la Indumentaria Argentina reflejan la gravedad del desplome que atraviesa el sector desde la llegada del COVID-19 a nuestro país. En mayo, la producción de ropa cayó 68,6% interanual debido no sólo al cierre obligatorio de las fábricas por la cuarentena (mayormente concentrado en el Gran Buenos Aires –GBA, en adelante-) sino también a la cancelación de pedidos del eslabón comercial. Esta última se asocia también al derrumbe de la demanda de ropa, que en abril cayó 99% en shoppings (por el cierre físico) y 40% en supermercados. La concentración de la enfermedad en el GBA (y el consecuente mantenimiento de la cuarentena) hizo que las ventas de ropa de los comercios minoristas se reduzcan 72% interanual durante junio, mientras en el resto del país (que pudo relajar el aislamiento), la caída se ubicó en 23%, según CAME.

La intensificación de la cuarentena durante la primera quincena de julio en el GBA llevó a una mayor caída de las ventas y a una nueva interrupción de la producción en diversos partidos del Conurbano. La evolución de los contagios resulta determinante para relajar o intensificar la cuarentena, lo que repercute en la situación del sector, tanto por el lado de la oferta de prendas como de la demanda.

En relación a la oferta de indumentaria, la cuarentena estricta impide el normal funcionamiento de los comercios (y, en muchos casos, su apertura) y de las fábricas de confección, lo que imposibilita avanzar con la producción de la temporada primavera-verano. A su vez, al deprimir las ventas de la actual colección otoño invierno, las empresas no cuentan con el capital de trabajo necesario para la re-apertura del sector. Como venimos advirtiendo en las últimas ediciones del semáforo, esto pone en peligro a la producción nacional para los próximos meses e incrementa el riesgo de extranjerización del sector, en un contexto global en el cual en el hemisferio norte no se pudieron vender las prendas de la colección primavera-verano. Por esto, se necesita una política de administración de comercio exterior inteligente que desincentive el ingreso de prendas  a valores de liquidación que puedan afectar el entramado productivo local.

En simultáneo, la pandemia impacta en la demanda, al incrementar la incertidumbre de los consumidores, reducir sus ingresos y anular las actividades sociales (de suma importancia para algunos sub-rubros del sector). En definitiva, las dramáticas consecuencias sobre la oferta y la demanda del mercado de indumentaria amenazan la supervivencia del sector, cuya principal virtud es la generación masiva de puestos de trabajo.

Por este motivo, desde la CIAI venimos impulsando el diseño e implementación de un Plan de Reconstrucción para el sector. Este plan requerirá intervenir decididamente desde el sector público garantizando que las empresas puedan acceder a capital de trabajo para producir y que los consumidores puedan comprar prendas con plazos de financiamiento (y meses de gracia).

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